Cuando llegue la gloria




A principios de los 90 oí hablar en Santander del caso Ángela, una estudiante de Derecho y alumna del Conservatorio que desapareció de forma inexplicable durante casi un lustro. Me interesé tanto por ella que gasta tuve en mi poder su último diario, pero la indagación me llevó a descubrir la figura más fascinante de su padre, Antonio Sánchez Flecha, un historiador y profesor de instituto de la ciudad, muerto diez años antes en circunstancias igualmente extrañas en la estación de Valladolid. Un tipo humano singular que me mantuvo obsesionado largo tiempo. Quise escribir su biografía, y hasta hice gestiones para publicar alguno de sus libros inéditos, pero finalmente me di cuenta de que el modo más idóneo de ofrecerlo a la posteridad era relatar, en forma de episodios tragicómicos, la inexorable cuenta atrás que fueron sus últimos años de vida en Santander: la historia de un joven que aspiró a ser continuador de Menéndez Pelayo, y al que el destino se obstinó en dejar en mero quijote urbano, apaleado sin misericordia en una ciudad dura y en un tiempo aún más duro de la historia moderna de España.